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Garza blanca by Gloria Marecos |
Existió en una región, en un lugar muy
remoto, un pequeño pueblo en donde se dice que sus habitantes eran
descendientes de los habitantes de la luna, dicho pueblo contaba con las bendiciones
de La Deidad de la Luna su tierra era fértil y prospera, con
una gran variedad de cosechas muy buenas al año y sus habitantes pacíficos y
amables no ambicionaban nada que no
fuera una vida tranquila, amaban la paz y añoraban la dorada época en la que
sus ancestros vivían pacíficamente custodiando el cielo a lado de su señor dios protector. En poco tiempo el
pueblo fue dándose a conocer como un lugar pacifico y algunos humanos
encantados y atraídos por su leyenda (pero tomando su origen lunar como mero
mito) fueron y se establecieron en dicho pueblo. Es así que en Argento, así se
llamaba ese pueblo, se tenía todo para prosperar y ser feliz, pero como dice la
leyenda que acompaña siempre a su deidad "desgracia más grande no hay
que la de ser protegido del dios desterrado" Un día llegaron a oídos de unos hombres-demonio,
hijos del dios tormenta, rumores sobre la existencia de Argento, y ellos
al ser de origen semidivino, conocían la
antigua ley de dar muerte y caza a todo
habitante de la luna (castigo impuesto a su deidad) y como huracanes se desplazaron
hacía los bosques, dónde oculto de los
dioses se prosperaba Argento. En su
camino los hombres demonio formaron una gran tormenta, como nunca antes se
había visto en aquellas regiones, amenazaba su furia incluso a la humanidad que
ahí se encontraba, los Argentinos consientes de su fin imploraron a su
deidad algún auxilio, fue entonces que sus plegarias fueron escuchadas y en
medio de los bosques el fantasma del Guardián de la Noche Iluminada se
manifestó ante los hombres-demonio. Consientes de su divinidad los hombres-demonio
no osaron atacarle, pero le reprocharon su derecho a dar muerte a sus
protegidos. Sabiendo que no cederían en su intento por destruirles hizo un
pacto con ellos.
—Tomad pues a una cuarta parte de las
mujeres y hombres de la luna de edad madura como tributo y haced con ellos lo
que os plazca, dejad vivir al resto en paz por un periodo de diez
años, al término del plazo tomad nuevamente
un tributo, pero no tocad nunca a ningún infante, ni a ningún humano, con ello
verán saciado su derecho a eliminar a los míos por varias generaciones.
Mas os advierto, haced caso a mí
advertencia de no tocad ni a humanos ni a infantes o su castigo será aún mayor, la gente de la luna ha sido ya
exterminada y ésta pobre gente sólo comparte con ellos su sangre y su pasado
mas ninguno de ellos ha nacido en la luna y su único crimen es ser
descendientes de la raza maldita.
Conformes con las palabras de la deidad
los hombres-demonio se acercaron al pueblo como una terrible tormenta, y en
sacrificio, una cuarta parte de los argentinos se entregaron como las primeras
víctimas en beneficio de su raza y descendientes. Según se cuenta los hombres
fueron torturados de mil formas hasta perecer y las mujeres violadas
brutalmente, para después ser devoradas por los hombres-demonio. Así fue como
los Argentinos a base del sacrificio de sus seres queridos ganaron algo de
tiempo, por diez años vivieron tranquilamente junto a los humanos que
ignoraban el asunto, su población nuevamente creció y al término del plazo una
nueva tormenta llegó a Argento y una cuarta parte de su población madura
desapareció, por varias generaciones tormentas fueron y vinieron cada diez años
a la región, sin embargo Argento poco a poco resintió la merma en su población,
pues el numero de humanos se incrementaba mientras que el de ellos se mantenía
igual, poco a poco Argento fue entrando en una etapa de decadencia, perdiendo
todo su esplendor, no conforme con ello en las últimas visitas los
hombres-demonio no se conformaban con robarse a la población, sino que
destruían las cosechas, inundaban las calles y casas del pueblo, arruinaban
años de trabajo y se marchaban dejando el pueblo casi en ruinas, dejando tras
de sí mucho trabajo, tanto para Argentinos y como para los humanos, además la
población humana no era tan buena en aquellos trabajos, aún se encontraban
distantes en perfeccionar e igualar el trabajo de la ya escasa población de
descendientes de la luna, a esto hay que agregar la perdida de técnicas
de cultivo, construcción y en fin de cultura lunar que fue
perdiéndose a lo largo de las cosechas. Pero no todo estaba perdido
aún, el amor, como muchas otras historias, es de vital importancia y aún no
había dado su opinión en el asunto.
Sucede pues que después de mucho tiempo
los argentinos casi desaparecían y Argento era una simple sombra de lo que en
otra hora fue. A una niña argentina, una de las ultimas, la había arrancado de
los brazos de su madre la última tormenta y se encontraba sola en el mundo,
ningún pariente le quedaba y apenas si podía sobrevivir, pero una buena familia
humana encontró y adoptó a ésta pequeñita cuando vagaba por las calles del
inundado pueblo, consciente de la leyenda de su pueblo guardó el secreto para
sí misma y creció viviendo lo más feliz que pudo mientras aguardó la siguiente tormenta. Paso el tiempo y con él
su feliz infancia con su nueva familia, cuando cumplió dieciocho años se
preparó para lo peor, pero cuando llegó la tormenta que se supone sería la que
marcaba su última hora, la tormenta
jamás se la llevó. Extrañada por el suceso a la mañana siguiente se sintió
aliviada, se había salvado y no sabía la razón, supuso erróneamente que tal
vez, al ser la población de Argentinos muy escaza durante la última tormenta,
los hombres-demonio se llevaron a muy pocas presas, respetando el trato que
generaciones atrás impuso La Luna, tomar sólo a una cuarta parte de su gente, y
que por ello se había salvado. Hasta ese momento ella no había conocido a otro
de su raza y se dedicó a buscar entre la masa de humanos que ahora era el
pueblo de Argento a alguno, cabe decir que su búsqueda fue en vano y durante
los siguientes ocho años no encontró ni pista de los suyos. Cuando cumplió los
veintiséis años abandonó por completo la búsqueda, pues aquella joven se
enamoró perdidamente de un humano y fue correspondida, pero esa felicidad se
empañaba porque sólo quedaban dos años más para la siguiente tormenta, sufrió
mucho después de casarse con el joven y ella quedó embarazada el año en que
llegaría la tormenta, temía que los hombres-demonio le robaran ésta nueva
dicha, la idea de ser secuestrada justo en ese estado la atormentaba día y
noche, hasta que por fin dio a luz, tal fue su dicha que nombró a la pequeña
niña en honor a su raza y la llamó Mare
Imbrium (mar de las lluvias) como uno
de los mares de su amada luna. Llegó entonces la fecha de la siguiente
tormenta, la cual fue muy terrible ese año, y la joven después de dormir a su
pequeña en su cuna y besar a su marido cuando éste dormía esperó a los hombres-demonio en la sala, pero no sucedió
nada, la casa se agitó por la tormenta, el pueblo entero resintió la furia de
los hombres-demonio, pero a la mañana siguiente ella despertó en su hogar. Cosa
más extraña, pensó, estaba segura que era su turno pero no esta idea no la
medito mucho al caer en cuenta que había sido salvada una vez más, la tormenta
vino y se fue y ella seguía viva, con la oportunidad de gozar a su familia al
menos diez años más.
Algo
muy extraño sucedió entonces, Argento sufrió una terrible sequía por los
siguientes ocho años, los ríos y lagos se fueron secando y las cosechas morían
lentamente, cada año era más duro y difícil, la joven y su familia apenas sobrevivían debido a que
ella poseía algunos de los pocos conocimientos de la cultura lunar sobre
agricultura y los puso en práctica. Al igual que ella otros supervivientes de
la raza lunar aplicaron sus conocimientos y esto le ayudo a la joven a ponerse
en contacto, en treinta y seis años nunca había tenido noticia alguna de otro
Argentino, pero al instante se reconocieron al poner en práctica conocimientos
que sólo ellos poseían, con ello el pueblo de Argento logró sobrevivir y un
rayo de esperanza alumbro el camino de los veinte argentinos de edad madura que
quedaban el pueblo, lazos de amistad y camaradería se estrecharon muy pronto entre ellos y sus hijos de los
cuales Mare Imbrium era la única
mestiza, pero la sequía era una trampa
en la que los argentinos habían caído, los hombres-demonio en sus últimas
visitas no habían encontrado a ningún argentino, esto debido a que la creciente
población humana ayudaba a los argentinos a camuflarse, el aroma de los humanos
confundía a los hombres-demonio a detectar a la ya minúscula y casi
extinta población de argentinos por lo
cual los hombres-demonio decidieron castigar al pueblo con terribles sequías lo
que obligó a los argentinos, en su afán latente de ayudar a los humanos y
sobrevivir, a ponerse en evidencia. Y
antes de que se cumpliera el plazo de diez años una terrible tormenta azotó
Argento llovió durante ocho días en los cuales uno de los argentinos desaparecía, los doce
argentinos que quedaban se llenaron de terror al darse cuenta de los hechos, ya
había desaparecido más de la cuarta parte de ellos y seguía lloviendo,
perdieron toda esperanza y decidieron entregarse a los hombres-demonio para librar
al menos a los humanos de su furia. Resignada la joven le contó la leyenda de
su gente a su marido y a su hija, les explicó que ella y los otros siete
argentinos que quedaban irían a la frontera del bosque para aplacar la ira de los hombres-demonio y que con ello
terminaría la tormenta, el marido se opuso y le insistió de mil maneras, pero
ella sólo miraba a su hija, convencida de que al menos ella estaría a salvo,
pues al tener sangre humana los hombres-demonio no tenían derecho sobre ella,
al menos su hija Mare Imbrium sería
la única superviviente de su raza, libre por nacimiento de la maldición de su
pueblo. La noche llegó y los argentinos se despidieron de sus familias
internándose en la oscuridad del bosque en medio de la implacable tormenta. La
lluvia aminoró a la mañana siguiente pasando de ser tormenta a ligera brizna,
pero esta continuo por los siguientes siete días, la noche del séptimo día de
brizna resplandeció en el cielo la luna y dejó de llover, Mare
Imbrium salió de casa y llegó hasta la frontera con el bosque, rezó y cantó a Tsuki Yomi tal como le había enseñado su madre, agradeciendo el
sacrificio que su madre había hecho por ella y rogando que algún día pudieran
encontrarse, pronto se le unieron los otros cinco niños argentinos, ellos eran
todo lo que quedaba del pueblo original. Lo que los niños no se imaginaban era
que un monstruo los escuchaba, los cantos habían llamado la atención de un
hombre-demonio que se manifestó frente a los
niños, su horrendo aspecto los sorprendió, era muy grande y terrible, su
piel era gruesa y llena de cicatrices,
poseía una barba poblada y gruesa, negro azabache y dejaba ver sus dientes
chuecos y deformes, sus ojos inyectados de sangre no se apartaban de los niños
y parecía meditar su siguiente movimiento mientras la saliva le caía de la
boca, a pesar de su apariencia el gigante hombre-demonio se veía raquítico, al
parecer tenía días sin comer y se le marcaban las costillas y varios huesos por
todo su cuerpo. Se disponía a atacar cuando Mare
Imbrium le grito:
—
¡Alto! No puedes y no debes tocarnos el acuerdo nos protege— los demás niños se
ocultaron detrás de Mare en el acto.
—El
acuerdo —repitió el hombre-demonio— ¡El acuerdo! —Gritó esta vez— el acuerdo no
es más que una estúpida trampa de tú dios…
Sin
perder el valor Mare Imbrium lo miró directamente y le preguntó— ¿Dónde están nuestros padres? ¿Dónde está el resto
de tú gente?
La
pregunta hirió profundamente al hombre-demonio, que cayó de rodillas frente a
ellos
—
¡Muertos! Todos están muertos, mí clan, tu padres, todos… tu dios nos engaño
—
¿De qué hablas?— preguntó la niña
—mucho
tiempo atrás mí clan estableció un acuerdo con tu dios, era nuestro derecho,
pero nos tendió una trampa, al devorar la carne de los tuyos nos maldijo, sin
darnos cuenta perdimos la capacidad de alimentarnos de otra cosa. La carne de
venado ya no nos nutría, los frutos ya no nos sabían a, el vino ya no nos
embriagaba, pronto nuestro frenesí se trastornó en pesadilla, tu dios nos
condenó a vivir en diez años de hambruna. Mi clan fue muriendo de hambre, los
últimos cuarenta años su raza se perdió entre los humanos. Los diez que
quedamos ideamos la sequía y su raza cayó en la trampa, nos cebamos con ellos
en estos veinte días, ayer nos disputamos el privilegio de devorar al último
adulto, todo termino en disputa y soy el único que queda vivo, mi gente se mató
por hambre.
Guardó
silencio y los niños casi sienten lastima por él, de no ser pro que él había devorado a sus padres
le habrían consolado.
—
El hambre aún es insoportable —continuó el hombre-demonio— Y no sobreviviré otros diez años, así que
Uds. serán mí último alimento, si yo no sobrevivo su raza tampoco lo hará.
El
hombre-demonio en un rápido movimiento sujeto a Mare Imbrium para devorarla, la niña pensó que era el final, todo
terminaría pronto. En ese instante la luna brillo con tal fuerza que los cegó
por un instante, ella sintió un fuerte golpe al caer al piso, el hombre-demonio
la había y ahora los otros niños la habían levantado y salieron corriendo hacía
el pueblo mientras el hombre-demonio
gritaba — ¡Es nuestro derecho!
Corrieron
a toda velocidad tomados de la mano, sintieron las pisadas del hombre-demonio
acercarse, casi llegaban al pueblo cuando este los alcanzó. Acorralados los
niños llamaron a sus padres, en ese momento del bosque surgió una garza blanca
gigante que se interpuso entre el hombre-demonio y los niños. Con las alas
extendidas la garza intentó amedrentar al hombre-demonio, pero este a pesar de
su confusión se dejo dominar por el hambre y gritando ES MÍ DERECHO trató de
llegar hasta los niños, una parvada de grandes garzas blancas llegó entonces,
eran las almas de todas las generaciones de argentinos que se habían
sacrificado por su raza. Una voz suave se escuchó entonces.
Haced caso a mí advertencia de no tocad ni a
humanos ni a infantes o su castigo será
aún mayor no debéis tocad nunca a ningún
infante, ni a ningún humano
Y
las garzas se abalanzaron sobre el último hombre-demonio.
Fue
así como los niños sobrevivieron, la primera garza que aún defendía a los niños
acerco su rostro a Mare Imbrium, ella reconoció al instante a su madre y lloró
al saber que esa era su alma.
—No
deben llorar, nuestro legado esta en Uds. Vivan felices que nosotros jamás nos
apartaremos, nuestro destino está en sus manos.